Te libero de mí.


He decidido dejarte libre de mi,
libre de mi nombre y de mi esencia, de mis besos y mis caricias.
He decidido dejarte libre de mi amor
y lo he decidido así porque el amor no puede tenerte preso,
ni atado, atosigado o exhausto.

Eres libre, puedes ir y caminar y marcharte y volver.
Eres libre de ver y olvidar y pensar y volver.
Siempre querré tu regreso, pero un ave debe volar,
conocer otros cielos y otros mares y otras alas.
Siempre querré verte de nuevo
y besarte y acariciarte y fundirme en tu pecho.
Pero te libero de mí. De mis manías y locos pensamientos.
De mis arranques y sueños turbios, de mi locura y mi incertidumbre,
de mi presente y mi futuro.

Y te libero por ti y por mí.

Porque somos como la luna y el sol.
Nunca juntos, siempre a la distancia,
usando la luz del otro, alejándose interminable y constantemente.

Siempre querré tu regreso, como cada estación del año,
como cada manecilla del reloj.
Pero te libero de mí.
Te libero de este sentimiento que sólo existió en aquellos eclipses que nos dimos.
En aquellas lluvias de estrellas o lunas de octubre.

Nunca juntos, siempre en la distancia,
siempre jugando con las millas,
con encuentros esporádicos y efímeros.

Nunca juntos pero siempre unidos,
siempre viéndonos de lejos, contemplándonos desde siempre y para nunca.
Soñando con el día de volvernos a ver,
planeando y construyendo sueños en el viento
y en la arena y en el mar.

Te libero de mí, de mi sombra y de mi cabello,
de mis días tristes y felices,
de mi estrés, mis nervios y sábados de fútbol.
Vete volando y vuelve, corre y vuelve.
Porque siempre querré tu regreso.

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