Epítetos.
Hablemos de la divina relatividad del tiempo.
De la infinita grandeza del universo.
De la maravilla de despertar y estar vivos.
De sentir el calor por las mañanas.
¡Trascendamos!
Vivamos la belleza inmaculada de nuestra existencia.
Hablemos de la gloriosa fortuna que tenemos de estar en este planeta.
De ser creadores de arte, de música, de pintura, esculturas, tecnología,
literatura y belleza.
De decorar nuestro hablar con tal cadencia que pareciera que nuestro idioma evoca
los más sublimes y soberbios pensamientos.
¡Crezcamos!
Somos el
árbol que sigue de pie después de la tormenta.
El pez que sobrevive aunque el río se haya secado.
Somos la hoja que no cae en el invierno.
La gota de lluvia que no colapsa al caer al suelo.
El eco en las montañas.
Somos el aire permanente que mueve tempestades y ruje al enfadarse con el
mundo.
Somos el rayo en la oscuridad que ilumina el cielo.
Somos la tinta imborrable del paso de los años.
Somos aquel reloj que jamás se detiene.
Somos el latir pretencioso de nuestro corazón eufórico.
Somos la fuerza incansable de los mares.
Somos la arena firme y suave que resiste las olas.
Somos la nota musical más alta.
Somos la paz y la guerra, el orden y el caos, la amargura y el éxtasis, somos
creadores y destructores, vida y muerte.
Resistimos y seguimos.
Somos el capitalismo y el socialismo.
La riqueza y la pobreza, la saciedad y el hambre, la inteligencia y la
ignorancia. El presente y el olvido.
Somos el último contraste en el crepúsculo y el primer destello de luz del
alba.
Somos más que fuerza aplicada.
Somos más que fuerza laboral, que una oficina, que una corporación, que un
billete sucio.
Más que un mísero salario y una vida inventada por el sistema.
Somos todo. Somos todos.
Somos infinitos. Somos fuertes, invencibles, impetuosos, enérgicos,
torrenciales, irrefrenables, briosos y sobre todo...
¡Somos humanos!
Vivamos hasta que duela, amemos hasta vaciar nuestro sentir.
Aprovechemos cada instante porque el tiempo es inexcusable con nuestra
mortalidad y la vida... La vida es una etérea paradoja de lo que es y ya no
será.
Diana Sánchez Maldonado
Comentarios
Publicar un comentario